El equilibrio
– lo que la antigua sabiduría china dice sobre la vida moderna
La “Yangnificación” moderna
La antigua sabiduría china hablaba de un equilibrio universal entre la tierra y el cielo, el agua y el fuego, el frío y el calor, la lentitud y la rapidez, también conocido como yin – yang. Es el símbolo de equilibrio quizás más famoso de la historia, pero aunque todo el mundo lo conoce, sigue siendo una minoría que aplica este conocimiento.
Hoy en día presenciamos una “Yangnificación” sin precedentes, una sobreexplotación de la energía Yang, que conlleva una aceleración de la gran mayoría de procesos naturales y fenómenos humanos, como el calentamiento global y el cambio climático, la contaminación y el crecimiento demográfico, el estrés y la competitividad junto con la racionalización de toda la vida laboral y social.
La modernidad está caracterizada por una aceleración generalizada que ha ido cogiendo fuerza desde que la industrialización empezaba a desplegar toda su “artillería” y abría el camino para que el hombre moderno pudiera hacer las cosas cada vez más rápido perpetuando el progreso en un tiempo récord. Él es hijo de la Ilustración y cree firmemente en la luz de la razón que le ha guiado en su afán ansioso por manipular y dominar casi cualquier cosa en la tierra.
Ésta evolución histórica ha tenido, sin duda, unas ventajas evidentes para la humanidad, como facilitar la vida diaria liberándole de cargas materiales y mentales, sobre todo a través de nuevas tecnologías. No obstante, cuando este estilo de vida – que quiere llegar más alto, más rápido y más lejos como si cada día fuera una carrera de máxima competición de los juegos olímpicos – monopoliza su manera de ver el mundo, extendiéndola sobre todo el globo terrestre, entramos en la época de la llamada “Yangnificación” o la preponderancia del Yang.
El equilibrio yin – yang
El yang evoca en la simbología china todo movimiento que crea calor y que hace que las cosas suban, hacia el cielo que es su reino representado por el sol. Es tan necesaria como la energía yin que representa lo que cubre el cielo, las nubes, y que tiene dirección hacia la tierra como la lluvia que enfría y penetra en la tierra. No obstante, si el yang alcanza la altura extrema que podemos observar hoy día, el balance entre las dos fuerzas empieza a romperse. Hasta tal punto que el Yang – escrito con mayúscula por su exorbitante dominancia – hace mermar el terreno de su compañera y la daña. Podemos observar este proceso por ejemplo en el típico hombre moderno que, haciendo un sinfín de cosas simultáneamente y corriendo más rápido de lo que puede sin permitirse ningún descanso, se sobrecalienta y acaba agotándose.
Lo que ocurre es que muchos – aunque todavía sólo es una minoría – han empezado a darse cuenta de que ya no pueden llevar el paso del progreso apresurado, porque se queman a sí mismos y los recursos naturales que tienen a su alrededor. A los habitantes de la tierra nos falta algo para calmarnos y ralentizar lo que hemos puesto en marcha. Echamos en falta la otra parte de la que hablaba el antiguo símbolo del equilibrio universal, la energía yin. ¿Dónde la vamos a encontrar? La tenemos delante de nuestros ojos en el suelo que pisamos cada día, en los alimentos y en las plantas que provienen de la tierra, en el agua, en la oscuridad y el silencio que llevamos en nuestro interior.
¿De verdad puede la antigua sabiduría china enseñarnos algo sobre nuestro estilo de vida moderno? Parece ser que sí. En las últimas décadas oímos casi cada día hablar de un desarrollo sostenible que deja menos huellas ecológicas, de cuidar el medio ambiente y la biodiversidad en la tierra, de consumir productos integrales de cultivo ecológico y biológico, de apreciar la lentitud y la calma como lo hacen los movimientos de desaceleración y de Slow Food, y de integrar la meditación y el silencio en nuestra vidas. Lo que todas estas iniciativas tienen en común es que tratan de rescatar y dar valor a la energía yin, que en la antigua sabiduría china estaba representada por el elemento Agua y la gran madre Tierra, cuyas virtudes son ralentizar y refrescar, dar sostén y permitir el descanso. En mis investigaciones he llegado a la conclusión de que hemos empezado a hablar tanto de todas estas cosas, sobre todo de la tierra y de cómo cuidarla, porque estamos en búsqueda de medios para contrarrestar o mejor dicho equilibrar la preponderancia de la energía Yang.
La dieta básica
El gran equilibrio universal entre el yin y el yang del que hablaba la antigua sabiduría china, es también el equilibrio de cada habitante en la tierra. ¿Es posible integrarlo en la vida moderna del día a día? Sin ninguna duda. Si empezamos por lo más básico, la alimentación, podemos encontrar una manera sencilla de equilibrar la preponderancia de la energía Yang: Una dieta básica sería una forma de alimentarse que vuelve al fundamento de la nutrición, la tierra, y que mediante lo alcalino equilibra el medio ácido que viene de los excesos del Yang. La dieta básica reúne estos dos aspectos yin al proponer una alimentación preferentemente de la tierra, la gran base alimenticia, cuya naturaleza es ligeramente alcalina o básica. Así seguimos a los referentes naturistas del siglo XXI en aconsejar alimentos frescos de la temporada que proceden del cultivo ecológico y biológico: Las verduras y las hortalizas, los tubérculos y las hierbas siempre han formado una parte insustituible en todas las culturas del mundo junto con los cereales, las legumbres y sus derivados como el aceite, los germinados y los fermentos.
Cada continente ha tenido sus preferencias en correspondencia con su ubicación y el clima de la zona lo que junto con las estaciones siguen siendo indicadores importantes para saber qué comer. Hoy tenemos la ventaja de poder disponer de alimentos de todo el mundo lo que posibilita una gran variedad culinaria. Sin embargo, deberíamos tener cuidado de no alejarnos demasiado de los alimentos y la dieta de nuestra “tierra”, ya que el sistema digestivo de cada persona está íntimamente vinculado con su medio ambiente natural. Una dieta equilibrada no consiste en comer un poco de todo durante todo el año, una opinión equivocada muy extendida hoy día. La dieta debería variar a lo largo del día y del año produciendo un efecto equilibrador que balancee tanto los excesos como las insuficiencias en función de la hora del día, la época del año y la constitución de cada persona.
El desayuno es la comida más importante del día, puesto que el sistema digestivo se encuentra a su máximo nivel de rendimiento. Después de haber pasado toda la noche en ayunas el organismo está preparado para reponer sus depósitos y optimizar sus funciones. Los cereales integrales son alimentos muy adecuados para empezar el día sobre todo en otoño e invierno donde hace más frío. La energía extra que suministran los cereales es mejor aprovechada calentándolos y preparándolas en forma de papilla o “gachas”, mientras si se comen crudos sus azúcares no están absorbidos adecuadamente y pueden llegar a irritar al sistema intestinal. Lo último sigue siendo uno de los grandes errores de la alimentación moderna, la cual sí que contiene cereales de sobra, pero al consumirlos crudos y además refinados o inflados con azúcar hacen más mal que bien. El abuso de un cereal en particular, el trigo común, ya ha empezado a hacer estragos en el organismo humano que en general no tolera bien este cereal. Hay otros tipos de trigo como la espelta o el kamut que el cuerpo humano en general tolera mejor por no hablar de otros cereales como la avena, el centeno, el mijo y la quinoa. No es conveniente combinar más que dos cereales, pero sí buscar alternativas al trigo común y mejor si son cereales integrales de cultivo biológico.
Es cierto que son pocos alimentos procedentes de la tierra que llevan proteínas completas. Por eso se ha combinado desde siempre dos cereales o cereales con legumbres para formar así un plato completo que, aparte de ofrecer proteínas de alto valor biológico, contiene unas cantidades de vitaminas y minerales muy equilibradas. Los productos animales, como es bien sabido, también proporcionan las proteínas necesarias, pero no de forma tan completa como la combinación de dos cereales o la de cereal y legumbre que además protege y previene al cuerpo contra enfermedades. La carne pierde inevitablemente una gran parte de sus nutrientes en la cocción que además produce gérmenes patógenos o sustancias cancerígenas nocivas para el cuerpo, por no hablar de los residuos tóxicos, que son cada vez más abundantes tanto en la carne como en el pescado. Su consumo masivo, como lo presenciamos hoy en día en el mundo occidental, aumenta el riesgo de padecer los desequilibrios anteriormente mencionados con un componente Yang muy fuerte que crea un medio de calor y acidez.
No hace falta convertirse en vegetariano para equilibrar esta tendencia, sino empezar a consumir los alimentos provenientes del reino animal inteligentemente consciente de las luces y las sombras. Esto también comprende una mayor concienciación de lo insostenible que es tanto para el cuerpo como para el medio ambiente seguir con el consumo y la producción masiva de carne. ¿Cuánto es un consumo masivo? Comer carne cada día y más veces lo es, lo cual fue recientemente confirmado por un informe de la ONU, publicado en junio del 2010 en el día mundial del medio ambiente, y con el claro mensaje de que en el futuro es necesario “un cambio alimenticio al nivel global fuera de los productos animales”. Por eso urge dar a conocer sus “sustitutos”, por ejemplo el tofu y el tempeh, dos fermentos de soja que son los más ricos en proteína de alta calidad, y complementar siempre con los alimentos de la tierra más el pescado menos contaminado y con las mejores grasas como la caballa, la sardina y el arenque.
Existe otra fuente para equilibrar la preponderancia del Yang en nuestras vidas, el agua. ¿Cuánta gente llega al final del día sin haber bebido más que un vaso de agua? El agua, aparte de ser fuente de la propia vida en la tierra, ayuda a eliminar todo lo que sobra en el cuerpo de restos superfluos que empiezan a acumularse bloqueando los canales energéticos y sanguíneos si no hay suficientes recursos de líquido al alcance. Dos tercios del cuerpo humano son agua, aproximadamente el mismo porcentaje que cubre la superficie de la tierra, lo cual se puede tomar como una indicación de la correspondencia entre el micro- y el macrocosmos de la que las antiguas culturas ancestrales hablaban. Para la medicina china el Agua es el elemento de máximo yin que resuena con la oscuridad y el silencio y está presente en los huesos, los humores, los líquidos corporales y en el oído, el sentido que gobierna el equilibrio corporal.
Somos fundamentalmente agua y no podemos vivir sin ella. Un vaso de agua cada dos horas sería suficiente para que el cuerpo no tenga que hacer compensaciones innecesarias, que luego conducen a más desequilibrios. Es mejor tomarla como la fruta, que se compone mayoritariamente de agua, entre las comidas. Con respecto al agua se podrían destacar las llamadas verduras del mar, las algas, como unos grandes equilibradores que contienen entre 10 y 20 veces más minerales que las verduras terrestres. La desmineralización, sobre todo la descalcificación, es una de las graves consecuencias de la Yangnificación que conlleva unos niveles muy altos de acidez y de toxinas. Las algas son capaces de expulsar las toxinas del cuerpo desde dentro y reducir la acidez como el propio mar que lo hace externamente limpiando y saneando la piel. Además fortalecen los huesos, son alcalinizantes y contrarrestan tanto el crecimiento como la proliferación de células tumorales.
Una revolución emocional
No obstante, una alimentación equilibrada como la dieta básica descrita no es suficiente para contrarrestar la tendencia de Yangnificación tan prominente en nuestras vidas modernas. Puede formar una buena base para calmar la fogosa energía Yang, pero ¿qué valdría, si todavía llevásemos un ritmo frenético sin descanso todos los días? Hemos apuntado antes al prototipo del hombre moderno que corre más rápido de lo que puede con una respiración entrecortada haciendo varias cosas a la vez: se alimenta de comida rápida apresuradamente sin saborear y masticar lo que come, muchas veces sobre la marcha o mientras ve la tele o lee en algo. Trabaja “de sol a sol” sin momentos de descanso, que se convierten en horas de desgaste físico y mental con interrupciones continuas. La tecnología de alta velocidad está diseñada para funcionar así, pero el ser humano no y la prueba de esto está en que necesita todo tipo de medicamentos, estimulantes o drogas para estar “a la altura”. Aún así el síndrome burn out y las depresiones van en aumento, lo cual es una señal clara de que el problema de la Yangnificación no se soluciona desde el exterior, sino más bien desde el interior.
Detrás de la vida acelerada y estresante del hombre moderno hay un desequilibrio emocional. Resulta, sin embargo, más difícil gestionar las emociones adecuadamente que encontrar un equilibrio alimenticio. Esto se debe entre otras cosas a que la propia Yangnificación mantiene la atención humana fija en lo más externo y superficial dejando en la sombra las emociones y la vida interna de cada ser humano. El hombre moderno vive el sueño de la eterna juventud, adorando el aspecto y lo espectacular, y quiere aparentar que esté siempre en su primavera y verano. La antigua medicina china subraya que “en primavera y verano, habrá abundancia de energía yang con escasez de energía yin” lo cual es tan natural como que en invierno es al revés. Sin embargo, en el momento en que uno insiste en quedarse en la fase yang primaveral-veraniego todo el año y toda su vida con la luz, el sol y la tez morena, lanzando continuamente nuevos proyectos, trabajando sin descansar y por lo tanto con la sangre permanentemente alterada, como se suele decir en primavera, la preponderancia de la energía yang agota a la energía yin; yang necesita a su pareja yin, porque sin ella se sobrecalienta, se acelera y se escapa sin control. La Yangnificación es como una llama propulsada por una combustión explosiva, pero con menos aceite cada vez, lo cual, traducido a términos fisiológicos, es un cuerpo caliente con insuficiencia de líquidos orgánicos y sangre que no nutren bien el sistema óseo.
“La educación emocional es la gran revolución que viene”, ha profetizado Elsa Punset hace poco, y esperamos que sí, porque si no está por venir la mayoría de la gente en la era moderna va a caer presa de la Yangnificación. Revolución quiere decir un giro completo, en este caso hacia el interior, para allí descubrir el mundo de las emociones y poder gestionarlas bien. Para la antigua sabiduría china el núcleo del equilibrio emocional está formada por el respeto y la prudencia, puesto que estas dos emociones permiten al ser humano percibir los peligros, conocer sus propios límites y desarrollar estrategias para poder resolver ágilmente problemas y salir adelante, incluso en situaciones de crisis.
Es justo lo que la mayoría de las civilizaciones modernas pueden echar en falta. Siguen creyendo en el perpetuo crecimiento y que es mejor ir siempre hacia delante con el ritmo frenético del progreso continuo, mientras parar y retroceder conllevan connotaciones negativas de pérdida. En realidad, puede ser una gran imprudencia siempre seguir hacia delante en vez de dar un paso hacia atrás con cautela cuidando su camino. ¿Cúantas veces se ha roto un estado de equilibrio por parte de un partido agresivo que progresa forzosamente sin tener en cuenta sus propios límites, y que, por lo tanto, invade y violenta los caminos de los demás? La falta de respeto y de prudencia conlleva una falta correspondiente de amor y puede acabar en guerra y en violencia.
Si es posible conseguir un equilibrio alimenticio y nutricional introduciendo más energía yin y reduciendo el exceso de energía yang, pues, con las emociones hay que dar un paso más e ir al fondo del equilibrio entre las dos fuerzas. En el símbolo del yin-yang cada una de las fuerzas lleva el otro dentro de sí lo que significa que el equilibrio no sólo se sostiene entre ellas, sino desde dentro de ellas. Cada una deja un espacio para la otra dentro de sí misma lo cual es una muestra tanto de respeto como de amor. Para el hombre moderno quiere decir que sólo en la medida en la que consigue incorporar la calma y el silencio en sus acciones va a poder contrarrestar la preponderancia de la energía Yang. Así no va a vivir lanzado hacia el futuro con el estrés como propulsor quemándose a sí mismo, sino que podría empezar a descansar en lo que hace respetando sus propios límites y los de sus prójimos con el amor como su seña de identidad. Este equilibrio tanto al nivel individual como al nivel global es accesible, según la antigua sabiduría china, para todo el mundo a partir del mundo presente.